John Galliano se sienta ante los jueces

Seis meses de cárcel y 23.000 euros de multa. Esa podría ser la condena impuesta a John Galliano por insultos racistas y antisemitas.

El diseñador de origen gibraltareño reaparece en público sentado en el banquillo ante un tribunal de París, después de varios meses recluido en una clínica de desintoxicación en Estados Unidos.

El mundo de la moda, sus colegas y las modelos que le han tratado a lo largo de sus años como director creativo de la casa Dior, están con él. Los que le conocen aseguran que no sólo no es racista, sino que es un personaje tolerante y culto, incapaz de faltar al respeto a nadie. Precisamente se habla de sus orígenes semitas y de que el máximo responsable en Dior, Samuel Toledano, es también judío y nadie en su sano juicio insultaría a su jefe, a no ser que estuviera enfermo o se hubiera vuelto loco.

Y eso es precisamente lo que alegarán sus abogados: dependencia de ansiolíticos y no ser consciente de sus actos.

Sin embargo Galliano ya está condenado de antemano. Ha perdido la batalla de la opinión pública, ha perdido derecho a la indemnización de más de 20 millones de euros que figuraban en su contrato si la mítica casa francesa de costura le despedía sin motivo y ha perdido hasta su nombre. Dior sigue siendo propietaria de las colecciones que llevan la firma de Galliano.

Una presión fortísima para crear cada año más de seis colecciones, siempre más originales, más llamativas y más mediáticas, ha podido con un artista que se refugió en el alcohol, las drogas y los tranquilizantes, para soportar un mundo tan competitivo y exigente. El Galliano que se enfrenta a los jueces es hoy un juguete roto.
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